martes, 8 de septiembre de 2009

Historias de Capilla

Antonio Herrera/Jesús Lazcano

Con la historia de pesca desde su fundación, pero con el riesgo de extinción, la actividad de la comunidad Cerro Mojarra, mejor conocida como Capilla, permite a los habitantes ganarse la vida, aunque las duras jornadas de trabajo y los bajos precios hacen que esta actividad sea menos redituable.

Pescadores oriundos de la zona, que difícilmente hablan castellano porque el mazateco es su lengua natal, son los únicos que mantienen esta actividad, cada vez más prefieren emigrar que mal vivir de la laguna, porque el precio de la mojarra no les garantiza que su esfuerzo les rinda resultado.



Con jornadas de 10 horas, bajo los quemantes rayos del sol, su piel está curtida y más dura de lo normal, aunque también su alma es resistente, para aceptar que no hay muchas expectativas de mejorar. Aquí la pesca no es deportiva, es de sobreviviencia y los mejores pescadores obtienen como premio unos pesos más que sirven para darle de comer a su familia.

Laguna de ilusiones


Situada a más de media hora de la cabecera municipal y con caminos de difícil acceso, la comunidad de Capilla, "cocina" varias historias que serían difíciles de creer si no fuera por la veracidad de sus actores que día con día se esfuerzan en una lancha de remos o en el mejor de los casos con algún motor fuera de borda.

En ella se pasan horas bajo el sol para poder pescar algunas de las mojarras que crecen de manera natural en este ojo de agua entre las montañas de la sierra mazateca, en donde sus habitantes por años han explotado la laguna que ha sido por demás benéfica con ellos, aunque no lo han sido quienes les compran sus productos, aún así, mantienen la ilusión de pescar más cada día, aunque el problema no está en la pesca, sino en la venta.

La cooperativa

Los pescadores organizaron una cooperativa que es la que les compra a ellos la mojarra y a su vez la distribuye entre los compradores mayoristas, pero aunque cada bote llega a pescar entre 20 y 30 kilos por día, en la cooperativa se los pagan a $10.

La cooperativa revende esos productos, aunque rara vez entrega cuentas y quienes hacen el trabajo más pesado, sólo reciben la mínima parte.

Turismo eventual

Aunque esta zona se promueve como un atractivo turístico, la carreteras en mal estado son el principal obstáculo, el calor, los insectos y la fatiga se compensa con la vista, la amabilidad de la gente para con los extraños y la calidad de los peces.

Otro de los factores que ha afectado la llegada de turistas es que la fama de violencia le afecta a todo el municipio y por ello son pocos los visitantes que llegan hasta estos lugares tan recónditos.

La gente de la laguna

En un lugar en donde hablar castellano es raro y usar huaraches un privilegio que pocos pueden pagar, los niños y adultos comparten el trabajo por igual y muchos de ellos no acuden a la escuela por trabajar en este oficio.

En una cabaña en donde se reúnen a quitarle las agallas a los peces, los oriundos están en las mismas condiciones y la falta de recursos sólo les agrava la situación, por lo que algunos deciden caminar varios kilómetros para irse a vender sus pescados en una cubeta en las casas del pueblo, para así ganar algo más que los $10 por kilo que consiguen en la laguna.

En tiempo de elecciones no falta quien se pare por ahí y les ofrezca su mejor proyecto desde productivo hasta turístico, aunque lo que en realidad le hace falta a la gente de la laguna es una justicia y sensibilidad social, porque la explotación que sufren les está poniendo al borde de la extinción.

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