martes, 8 de septiembre de 2009

El Fantasma Viviente de la Estación de Acatlán

PEDRO IBÁÑEZ HERNÁNDEZ

Acatlán, Oaxaca.- A lo lejos, es como todas las viejas estaciones del ferrocarril un edificio abandonado, que forma parte de la arqueología del sistema ferroviario, pero como en los cuentos de Juan Rulfo, está habitado por su último jefe de estación.

Se trata de don Francisco Huicochea, de 77 años, y que atesora los recuerdos desde el 6 de marzo de 1970 en que llegó a ocupar el cargo y a echarse a cuestas la historia del lugar.

Entre sus anécdotas como telegrafista de don Francisco Huicochea Sánchez se encuentra haber despachado al tren “Olivo” que transportaba al presidente de la República, en ese entonces Adolfo López Mateos.
Lo anterior ocurrió en Huichapa del estado de Hidalgo en 1959, pero lo mismo estuvo en Irapuato, Guadalajara, Aguascalientes, en San Luís Potosí y finalmente se jubiló como jefe de estación de este municipio, luego de 39 años, 10 meses y 15 días de servicio al Ferrocarriles Nacionales de México.

Francisco Huicochea Sánchez se quedó como parte de lo que fue la estación de éste lugar, aquí vive con su esposa, cuenta con domicilio en Xalapa, pero la altura y clima le son adversos para su salud.

Son padres de dos hijos profesionistas, la hija contadora y el varón ingeniero industrial.

Ingresó a FNM en 1953, todavía jalaban los vagones las máquinas de vapor, recuerda que las más potentes eran las Niágara de doble motriz.

El personal de un tren, era el maquinista y su fogonero, éste último nombre se siguió usando aunque las máquinas ya se movían con diesel.

Pero el jefe del convoy iba en el último carro que era el cabús, el cual se le nombraba conductor, tenía de personal a dos garroteros, equipados con herramientas, luces de bengala y petardos, contenía dos camarotes.
Además de los trenes cargueros, estaban los trenes de pasajeros, de Córdoba a Tierra Blanca y el Mérida a la Ciudad de México.

Estos trenes contaban con una tripulación que consistía en un auditor y un agente de publicaciones, éste último no era personal de Ferrocarriles Nacionales de México sino que era personal de una concesión a la empresa Pullman.

Don Francisco Huicochea, vivió años de prosperidad del ferrocarril mexicano, recuerda que trabajando en la estación de Querétaro había hasta cinco telegrafistas trabajando por turno.

También le tocó ver en 1998 cuando personal de la empresa llegaron a desmantelar la estación, se llevaron el viejo telégrafo aunque ya se comunicaban por radio y teléfono, la caja fuerte y demás mobiliario.

Se acabó el FNM. Don Francisco Huicochea es una persona completamente lúcida, su memoria registra fechas exactas. Pero no deja de ser un fantasma viviente en espera de que volver a abrir la taquilla, dar información a los viajeros, registrar la carga del Express, bajar la bandera para detener el paso del tren, barrer la sala de espera, volver a escuchar el golpeteo del telégrafo recibiendo órdenes de la jefatura de Tierra Blanca.
Según los vecinos brinda alojamiento provisional a algún vagabundo o a los migrantes centroamericanos que deciden tomarse un descanso y encuentra en él un buen mexicano, cordial, pero que en el fondo inyecta algo de vida a la estación y evita que se convierta en polvo.

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